Con admiración y curiosidad he seguido, una de las actividades “místicas” de mi hijo. La cuidadosa recolección y cuido de las puntas de los creyones que inexorablemente terminan rompiéndose, cuando les saca punta o se caen al piso.
La rigurosidad con la que preserva esas puntas y las coloca en el envase de su personaje favorito (por ahora, el hombre araña) me deja intrigado. He intentado obtener información, sin recibir una explicación, más allá de una causa lúdica. Mi pequeño no reconoce los colores en los creyones, mucho menos, podría identificar las puntas. ¿Entonces, cual será el objetivo?
No me queda otra cosa que seguir observando y deleitarme, al ver sus deditos intentando atrapar las puntas y dejándolas en el recipiente. El mundo del color para un niño con capacidades visuales distintas, tiene otra dimensión otro concepto y otra forma de apreciarlo. Me dejaré guiar por ese maravilloso mundo visual de mi hijo.
La rigurosidad con la que preserva esas puntas y las coloca en el envase de su personaje favorito (por ahora, el hombre araña) me deja intrigado. He intentado obtener información, sin recibir una explicación, más allá de una causa lúdica. Mi pequeño no reconoce los colores en los creyones, mucho menos, podría identificar las puntas. ¿Entonces, cual será el objetivo?
No me queda otra cosa que seguir observando y deleitarme, al ver sus deditos intentando atrapar las puntas y dejándolas en el recipiente. El mundo del color para un niño con capacidades visuales distintas, tiene otra dimensión otro concepto y otra forma de apreciarlo. Me dejaré guiar por ese maravilloso mundo visual de mi hijo.